martes, 18 de noviembre de 2008

La Ansiada Vuelta

Todos eran concientes de que iban a presenciar un hecho histórico, tanto por los diecisiete años de exilio que quedarían atrás como por los tiempos desconocidos que vendrían. Esa lluviosa mañana del 17 de noviembre, las cámaras de televisión en blanco y negro buscaban en el cielo la aparición de aquel avión que traería a Perón. Apenas se pudo observar la imagen del transporte, diferentes sensaciones sacudieron a los argentinos. Unos celebraban eufóricos el ansiado aterrizaje, mientras que otros no hacían mas que criticarlo. En la mayoría silenciosa, en cambio, podía verse el deseo de cerrar de una vez ese nuevo capítulo de violencia abierto para lograr
la vuelta de Perón.

Acababa de arribar el famoso "avión negro", un icono de años posperonistas.
El regreso del líder fue más un tema para los humoristas, que una posibilidad cierta. Sin embargo, esta vez el "Perón vuelve”, escrito tantas veces en las paredes, se hizo realidad. Lanusse lo había toreado públicamente diciéndole que "si no viene es porque no le da el cuero”. La imagen de Rucci cubriendo al líder con su paraguas sería la foto simbólica de aquel episodio. Y la frase más recordada del general en su regreso fue la que dijo por la noche: "¡Hace dos días que no me saco los botines!" También quedaría g
rabada la ventana de la casa de Gaspar Campos, en Vicente López, desde donde Perón saludaba a los jóvenes que seguían exultando su alegría por haberlo traído de nuevo al país.



Para quienes pasaban los 40 años era una sensación extraña. En algunos se daba melancolía por los años del reparto, del facilismo, del "te afiliás y ya está". En otros asomaba el recuerdo de las luchas estudiantiles contra el dominio oficial, contra aquella propaganda asfixiante que empezaba desde temprano, al encender la radio, y que seguía en el colegio, en la fábrica, en la oficina, en el cine, en la cancha, en el sindicato, en las paredes y en los libros. Era el empacho por el "Perón cumple, Evita dignifica", slogan preferido de las transmisiones automovilísticas, que se oía más veces que los nombres de los pilotos.




Uno de las frases mas utilizadas volvía a hacer algarabía.


No pasaba lo mismo con quienes tenían entre 20 y 30 años la vuelta de Perón era el triunfo de una juventud luchadora que arriesgaba su vida para cambiar la historia. De ahí que los militantes más fanáticos celebraban aquel éxito político sin antecedentes. Ellos lo habían traído, algo impensado hasta para el gran protagonista, quien hasta entonces no se había esforzado mucho en abandonar su cómoda residencia madrileña, considerado para muchos de uso estratégico.
Todo era locura en la Juventud Peronista. Luego del regreso debía iniciarse una
segunda etapa, la de acompañar al general en el proceso revolucionario. Nada más había que lograr imponerse en las candidaturas, el programa y los equipos necesarios para hacer la revolución peronista de izquierda, para construir la patria socialista. Era posible porque el
líder era de ellos, lo habían traído, les pertenecía.
Mientras esos jóvenes festejaban soñando con transformar el Sheraton en un hospital de niños, planeando expulsar a las multinacionales y preparándose para ocupar por la fuerza las oficinas públicas, Perón pensaba en sacarse los botines. Además de lograr separarse de esa "juventud maravillosa" que se sentía dueña de su persona y del movimiento.

''Los Ultimos Cartuchos''

Perón no planeaba ninguna revolución social. Aunque en el exilio les hablara a los jóvenes de Mao Tse-tung y hasta mencionara a Fidel Castro y al Che Guevara, también dio reportajes en los que no se privaría de elogiar al fascismo, del que sólo lamentaba "algunos errores que no hay que repetir", y de reiterar su admiración por Mussolini. Además, el corazón del líder acababa de retornar al ejército profesional, apenas lograra ser reincorporado con el grado de teniente general.
Y el teniente general no estaba para experiencias de izquierda. Como le ocurriera después a Chacho Alvarez (quien se inventó un De la Rúa distinto de la realidad), la JP construyó entonces un Perón revolucionario que jamás existió. Y claro, tras el retorno descubrieron que ni era Mao ni se parecía a Fidel, y que por su formación ideológica -y hasta por lenguaje- se asemejaba más al Duce . Por negar estos datos se dieron cuenta muy tarde del equívoco, cuando el líder ya había resuelto sacárselos de encima y autorizado a su brazo derecho (José López Rega) a montar una squadri fascisti (las Tres A) para eliminarlos uno por uno.
Muerto el general, apenas la viuda del guerrero se puso la banda y se aferró el bastón, los jóvenes peronistas de izquierda comenzaron a ser destruidos en racimos, mediante un decreto de "aniquilamiento" que luego utilizarían sus sucesores. Algunos de aquellos jóvenes que arriesgaron inútilmente sus vidas, han dejado ahora elogiar sus recuerdos y con treinta años más encima se animan a escribir tristes historias pasadas. Que no serían de tal manera si hubiesen sabido escuchar a las generaciones anteriores que les advertían que en política hay que investigar bien, que es mejor conocer toda la historia en vez de inventársela, que siempre es bueno aprender a separar la leyenda de la realidad.
La historia del avión negro, que esa juventud empezó a vivir ingenuamente como un leyenda, terminó por convertirse en una triste realidad.

1 comentario:

Marcela Gómez dijo...

Agus, está bien. Se me dificultó un poco el tema de la letra y el contraste. Te faltarían agregar actividades para los temas propuestos. Alguna tarea para el que utilice el blog para ver el tema.
Marcela